miércoles, febrero 20, 2013

La magia reflexiva del transporte


¿Dónde perteneces?. Que pregunta tan dura, que ataque.
Estoy en un avión, el último viaje del año y me invade la inquietud, una intranquilidad estremecedora, y tengo la necesidad de saber si esta vida que decidí vivir es justa conmigo, con todos. ¿Estoy bien ubicada? Me llena la duda.

Es que acaso eres de la tierra que te vio nacer, del mundo que escucho tu primer llanto, del espacio que encuadro el primer abrazo, o tal vez perteneces a todo suelo en el que alguna vez posaste los pies, todo lugar en el que por fortuna o desdicha  fuiste a parar, o quizás solo eres del ahora; de donde tus manos se encuentran trabajando.

Yo creo (siento) que pertenecemos a donde nos necesitan y necesitamos. Horizonte conocido o por conocer, somos parte de donde “venimos bien”, de esos lugares que (como los amigos) se anclan a ti con una más o menos sutil química, hasta que ves en ellos un espacio, una morada, y sobreviene el vínculo de la pertenencia.

Porque los lugares son como las casas de trueque, siempre toman de ti y te dan algo a cambio. Es por eso que nunca podré sentirme completa en un solo lugar, porque hay partes de mi que quedaron desparramadas.  A veces, a horas inesperadas mis piezas me llaman con susurros bajitos, como un espíritu con asuntos pendientes que no sabe a quién recurrir, y es imposible no prestar atención a su llamado, imposible ignorar su falta. Entonces, me cargo ligero, cada vez más ligero con el pasar de los años y emprendo rumbo a lo conocido que estaba empezando a olvidar o a lo desconocido tal vez, que en mi imaginario realzó colores y empezó a brillar como una luz que me acosa con la urgencia de ser alcanzada.

Esa es mi vida, a veces me siento como un puddle toy que no puede quedarse quieto ni por un segundo, otras como un bichito marino, calmo, detenido viviendo su vida en un punto del océano.
Voy donde me necesitan y necesito, en busca de mis piezas, en busca de más piezas, ó simplemente ofreciendo algunas.

No hay foto que aguante el paso del tiempo y los paisajes que me vieron nacer, todos aquellos donde alguna vez puse mis pies y aquellos donde me encuentro ahora, eventualmente comienzan a tomar un tonito sepia-nostalgia… y necesito moverme y asegurarme que siguen ahí.
No me mal interpreten, no busco lo estático de la foto, no pretendo obtener la misma imagen, solo quiero saber que la tierra sigue ahí, porque es mía y yo soy de ella.

No sé dónde pertenezco, porque no es ubicable, no está en un mapa. Sé de dónde vengo, se donde he estado y no tengo ni la más pálida idea de hacia dónde voy.


Hören: Lights - Journey

Texto de diciembre del 2012 *Escrita en un libretita, chiquita. Postergado hasta hoy, como tantas cosas*